Maniobras básicas para tomar un helado (en cucurucho)
Las personas en general y por extensión la población toda, pueden ser clasificadas por su actitud y conducta frente a un helado en cucurucho.
Es vital utilizar como parámetro el cartonáceo envase de aspecto bonetoide, ya que será este un elemento clave en la futura ponderación de cualidades y destrezas. Se supone además, que se trata de un método accesible y masivo a toda la civilización, ya que se estima, no existiría en todo el planeta persona alguna que deteste el helado. Para la evaluación no se admite el uso de cucharitas, ni de ningún otro tipo de adminículo complementario.
Un helado es un elemento comestible, agradable, atípico y único.Se diferencia sustancialmente de una cerveza, un guiso de porotos o de un budín de pan, por sus cualidades fisico-quimícas. Uno lo adquiere en estado sólido o semisólido y al cabo de unos segundos o minutos (dependiendo esto de la temperatura ambiente, humedad, presión de vapor, velocidad del viento, posicionamiento del individuo portador respecto a la incidencia del sol, etc.) puede pasar al estado líquido, y menos frecuentemente, al estado gaseoso, evitando así su ingestión y derivando muchas veces en consecuencias deplorables.
La habilidad y destreza de una persona puede medirse basándose en su actitud frente al elemento y su posterior conducta. Como método estándar y universal, se utiliza un cucurucho cuyo valor no exceda un dólar y que sea servido con paleta (se excluye el método cuchara-bola).
La evaluación se inicia desde el mismo momento en que el examinado solicita la adquisición del gélido elemento. Una dubitación prolongada frente al mostrador, leyendo todos los gustos que se exhiben, denota ya en el individuo un espíritu temeroso y torpe. Otros más decididos se apoyan resueltamente en el mostrador, y sin mirar cartel alguno piden:
- Vainilla y chocolate con dulce de leche.
La transferencia del elemento desde el dependiente al comprador es fundamental. Un individuo normal toma posesión del cucurucho con la mano inhábil, dejando libre la otra para maniobras complementarias. Estas maniobras pueden comprender, entre otras, la búsqueda monetaria para el pago de lo adquirido. Aquí también puede vislumbrarse el criterioso proceder del Buen Tomador de Helado. Este tiene siempre el dinero en sus bolsillos homolaterales a la mano hábil, y por lo general posee monedas o billetes de escaso valor, a fin de que ante un eventual intercambio dinerario, resulte lo más sencillo posible, y sobretodo que sea veloz. Preventivamente el individuo ya aplica unos lengüetazos al gélido montículo, a fin de regularizar bordes y eliminar zonas de transición sólido-líquido. Esto obviamente evita una de las más nefastas complicaciones: el chorreo. A diferencia de aquel, el Pésimo Tomador de Helado tiene el dinero en cualquier bolsillo, y muchas veces no recuerda ni siquiera donde, generándose así un espectáculo de lo más deprimente. Se pueden ver entonces, absurdas contorsiones y balanceos de cuerpo entero, enarbolando con una mano en alto el elemento adquirido, mientras la otra hurga en los bolsillos, buscando a tontas y ciegas el paradero de la billetera.
Dependiendo de factores externos ya señalados, aquí puede ocurrir un mayor o menor chorreo del inestable material, involucrando el cucurucho, la mano que lo sostiene, el antebrazo, el codo, la ropa del portador y finalmente el piso. El pago con valores aproximados al costo, facilita la contraentrega de la diferencia y acorta el tiempo de espera. Asimismo el abono con billetes de alto valor no genera más que contratiempos, llegando a situaciones extremas, donde el dependiente debe abandonar su puesto detrás del mostrador e ir en búsqueda del cambio al quiosco o estación de servicio más cercano. Ante hechos de esta naturaleza, puede incluso constatarse la consumición total del elemento antes del regreso del empleado con el ansiado vuelto. Un individuo normal no desatiende ni por un instante la forma y composición del helado. Con precisos lengüetazos o chupones, mantiene incólume y simétrico el montículo del gélido manjar.
Una vez superada la etapa de pago de la compra sobreviene el acto final, donde el individuo se dispone en exclusiva a la absorción-deglución del bien adquirido. Esto puede ocurrir en el mismo local de venta, los que suelen tener algunas mesas y sillas a tal efecto, puede darse también que el proceso se lleve a cabo mientras se camina despreocupadamente hacia una plaza cercana, o finalmente es posible que ocurra mientras se conduce el automóvil. En cualquier ámbito, pueden ya evidenciarse las cualidades del examinado. Un helado con asimetrías de sus formas, zonas proclives al chorreo, o cuando no con impregnación líquida del cucurucho y reblandecimiento de su estructura, delata torpeza, escaso sentido común y absoluta falta de imaginación.
El Buen Tomador, porta cuan bandera de ceremonia el preciado elemento, poniendo especial concentración en su aspecto y estado fisico-quimico. Mantiene la simetría, y la armoniosidad de sus paredes, en forma constante. Como puede observarse, no se precisa de la misma concentración y habilidad, para comer una hamburguesa o beber un licuado, que para la delicada, precisa y artística tarea de tomar un helado.
Ante la falta de destreza, conviene pues pedir el helado, en un seguro e inalterable vasito de plástico.
Autor: Hugo Mitoire – Todos los derechos reservados
Del libro “Común y corriente”
1 comentario
Franco -
chau
t quiero mucho