Las palomas
Atardecía cuando el niño llegó a ese galpón abandonado. Un nudo en la garganta le ahogaba el llanto.
Estaba completamente perdido, y allí en el medio del campo, no podía orientarse hacia la casa de su abuela. Entró y se acurrucó en un rincón, y en la fría penumbra, el silencio solo era alterado por el arrullar de cientos de palomas, que posadas en lo alto de los tirantes, se inquietaron por el visitante, al instante una nube enloquecidas de estas se abalanza sobre él, que cubriéndose los ojos con sus manitas, cae envuelto en ese enjambre de pájaros. Aturdido por los graznidos y aleteos, los picotazos eran como puñales entrando en su carne, y cuando quiso defenderse y manotear, los picos asesinos empezaron a arrancarle los ojos. Una inexplicable impotencia no le permitía gritar, hasta que se esforzó, gritó y empezó a llorar, y por fin despertó.
Autor: Hugo Mitoire - Todos los derechos reservados
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